Thursday, October 04, 2007


Hola de nuevo. Otra vez me disculpo por tardar tanto en postear pero esta vez ha sido por una buena causa: he encontrado trabajo como periodista. La verdad es que tenía muchos motivos para volver a dirigirme a los que me seguís de vez en cuando. Entre ellos podría estar mi nueva experiencia radiofónica (un poco desastrosa pero irá mejorando), el nuevo diario, Público, que salió hace unos días y del que tuve la suerte de estar en la presentación, o muchos otras cuestiones que habitualmente me empujan a dirigiros unas líneas. Sin embargo, la razón por la que hoy escribo es más triste que cualquiera de las anteriores. Hoy he perdido a un compañero, y se me hace raro decir esto de mi querido Carlos LLamas, al que admiraba tanto como periodista que me negaba a ponerme a su nivel. Pero tengo que decirlo, porque a pesar de no conocerle personalmente, me sentía cercana a él sólo por escuchar su voz en ese aparato tan misterioso que llamamos radio que ahora más que nunca quiero llamarle compañero. Estoy triste porque se ha ido un profesional de los pies a la cabeza que, en contra de lo que muchos piensan, no entendía de colores ni de amistades cuando se trataba de contar la verdad y explicársela a los oyentes. Porque él fue uno de los pocos que llevo ese principio a rajatabla en los famosos días del 11 al 14M, cuando muchos querían acallar la verdad. Esa verdad que ahora muchos intentan maquillar y de la que otros intentan apropiarse. Recuerdo su voz la noche de la jornada de reflexión en 2004 y muchas otras noches. La recuerdo tranquila, pausada, casi nunca enfadada aunque a veces dejaba entrever cierta indignación por la mentira, la calumnia o la ofensa gratuita que tantos practican en nuestro país. Pero, sobre todo, la recuerdo cercana, como si la de un amigo se tratara. Porque eso era Carlos LLamas para sus oyentes, un amigo que estaba ahí para contarnos lo que pasaba en el mundo. Por este y otros motivos estoy muy triste. Porque a pesar de que sé de sobra que esta maldita enfermedad no perdona a casi nadie, a veces tengo que darle la razón a Juan Cruz cuando en su artículo publicado hoy en El País, "parece que siempre se van los buenos". Pero que nadie se preocupe, porque todavía quedan muchos buenos que, como él, practican el periodismo libre y, desde mi humilde posición, prometo hacer hasta lo imposible porque esa forma de ejercer esta profesión no se muera nunca. Asique, donde estés Carlos, muchas gracias por todo lo que nos enseñaste. Un abrazo fuerte para su familia y sus amigos los oyentes. Hasta siempre.

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